11 de agosto de 2024. Plaza de toros de Pontevedra, tres cuartos de público
en la segundo y última de feria.
Siete toros de Alcurrucén, desiguales de presentación y escasos de juego:
blandos y mansos.
Morante de la Puebla. Media atravesada y desprendida. Oreja.
Pinchazo, media atravesada y caída. Descabello. Bronca.
Daniel Luque. Metisaca y estoconazo. Oreja y fuerte petición de la segunda.
Media estocada y silencio.
Tomás Rufo. Estocada desprendida y dos orejas.
Estocada, aviso, intento y descabello. Oreja y petición.
Media tonelada exacta de carne bovina, no he dicho brava, se arrastraba por
el coso pontevedrés mientras Tomás Rufo trataba de torearla. Delantales de recibo
y un quite a la verónica fue lo más reseñable del torero, se lucieron Sergio Blasco y
Fernando Sánchez en banderillas. Le costaba desplazarse al animal y pese a todo
ello, se fue desorejado al desolladero. Desconocemos el motivo.
Nos recordó el último que ninguno de ellos se empleó en el caballo. Bien otra
vez la cuadrilla de Rufo en el segundo tercio. Dejó el sorteo lo mejor para el postre.
Brindó el toledano a José Luis Lozano, nobleza obliga. Navajerito, el de peor
presencia, lo disimulaba su capa, fue fijo y repetidor en la muleta. Todo nobleza,
permitió a Tomás lucirse con ambas manos mientras todo parecía posible: bajar la
muleta hasta límites insospechados, traérselo a la cintura, genuflexión, ambas
rodillas en tierra, desplantes… Todo. Lo que parecía un estoconazo retrasó la
muerte del astado, homenaje del matador incluido; tardó en morir y pese a la fuerte
petición la autoridad decidió que el global de la actuación se valoraba en tres orejas.
Bien o mal repartidas, eso es lo de menos. Premio excesivo, de todos modos.
Lucero y bizco del izquierdo era el Gaitero jugado en segundo lugar. Dos
puyazos se llevó, tras sendos relances de capote, allá donde se encontraron toro y
caballo, donde sea. ¡Quién supiera escribir como torea Luque! Luquecinas y el de
pecho fueron el epílogo de una gran faena cuya rúbrica se emborronó con un
metisaca, corregido y subsanado con una estocada en el hoyo de las agujas y el
toro patas arriba. La disparidad de criterios entre público y palco terminó con una
oreja como premio total. Las orejas ni se crean ni se destruyen, solo se desplazan:
cayó la segunda en el tercer toro de la tarde.
El quinto soltaba la cara al final de cada pase, ningún juego sustancioso
propició. Trapazos, alguno hubo, que no llegaban a muletazos y ninguna posibilidad
de tanda. No consiguió, no pudo, meterlo nunca en la muleta e imposible fue que
cogiese altura la faena. Sonó una ambulancia en el exterior cuando se preparaba
Daniel para la suerte suprema, no era para el toro.
Saltó al ruedo el primero de la tarde y se rompió la mano izquierda nada más
pisar el coso. Esperó el presidente los reglamentarios tres días para la resurrección
pero nada de eso sucedió. O Jerusalén o Viveiro, eso parece, aquí no.
Un trincherazo y un cambio de manos destacaron en la primera tanda de
Morante al sobrero. Comenzó al natural al ser el izquierdo el mejor pitón del toro, ya
en los lances de saludo se acostaba por el derecho. Dos tandas postreras con la
derecha y a por la espada tras un arranque de rabia torera después de un mal gesto
del toro. El de pecho se lo llevó, sí o sí.
Una Gaita sin fuelle salió en cuarto lugar. El astado de más peso del encierro
fue parado ya desde el segundo tercio. Solo le faltó sentarse. Recibió un pinchazo y
corriendo a toriles. Una media habilidosa precedió a la bronca al de La Puebla que
se fue de la plaza con división de opiniones.
Texto y fotografía: Finito de Teis.
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