Domingo de la Peregrina, a priori la tarde más importante del abono pontevedrés. Desde la hora del aperitivo, las calles están abarrotadas: Pontevedra respira ambiente de toros. Llega gente de muchos rincones de España y Portugal; huele a tarde de expectación.
A las siete en punto, la plaza está llena. Muy probablemente no quedaran sin vender más de uno o dos centenares de entradas. Suenan los clarines y rompe el paseíllo.
La corrida, aunque mejor presentada que la del día anterior, sigue sin ser una maravilla. Los veterinarios y asesores del coso sanroqueño hacen poco trabajo en los corrales. A veces me pregunto si hasta una oveja pasaría el reconocimiento en Pontevedra, porque parece que vale todo.
Sale el primero de la tarde y Morante se abre a la verónica, con su gusto, terminando con las manos altas y rematando con una media. Se pasa el toro muy cerca. Deja al burel en el caballo con un recorte que parece sacado de otra época. La lidia es ordenada, quizás la primera bien realizada de los siete toros que llevamos en la feria.
Pide permiso al presidente y comienza la faena. Ajustado, templado, pasándose el toro cerca de la barriga, muy despacio y con mucho temple. Tropieza un par de veces con los cuartos traseros del animal. Traza una trincherilla con sabor sevillano, pero cuando la cosa parece que empieza a cuajar… en un pase de pecho el toro se queda por abajo, levanta al torero por el muslo y lo lleva a la enfermería. La tarde queda algo fría. Talavante mata al primero y silencio.
Debido al percance, el segundo de la tarde le corresponde a Daniel Luque. Castaño claro, Luque está aseado en el recibo capotero. La lidia es correcta y el de Gerena brinda el toro a Morante. El animal va a más en la muleta: buen tranco, embiste por abajo, con nobleza y emoción. Luque liga con la derecha, de perfil y metiendo algo el pico de la muleta. No carga la suerte, pero logra pasajes de gran emoción. Con la izquierda, el toro tiene menos clase. Vuelve Luque a la derecha y remata con las luquesinas. Un par de voces piden el indulto —que, gracias a Dios, no va a más— y se procede a la muerte del toro (si la petición hubiera sido mayoritaria, miedo me daría la decisión del palco). Estocada y dos orejas, petición de rabo y vuelta al ruedo para el toro. Decisión acertada del palco.
El resto de la tarde pasa desapercibido. El lote de Talavante no fue muy lucido y la falta de conexión del de Badajoz con el tendido resultó evidente, principalmente por la escasa compenetración con sus astados. Una oreja en el tercero y silencio en el quinto.
El cuarto, cuya lidia y muerte correspondían a Luque, fue un toro venido a menos durante el transcurso de la faena, y el torero sevillano poco pudo hacer más allá de mostrar voluntariedad. Estocada y ovación con saludos desde el tercio.
El último de la tarde resultó peligroso en la muleta: miradas y parones entre muletazos hicieron pasar a Luque un trago del que salió bien librado. Dos series al natural fueron lo más destacado de este sexto toro. Luquesinas para rematar. Oreja.
Destacar que se lidió un toro con un pitón roto, poniendo otra vez en evidencia el cariz que está tomando la tauromaquia en nuestra ciudad. Por respeto a la Fiesta Brava, hay cosas que no se deben consentir.
Firmado: Jorge Couto Rodríguez
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